Lo sensible en lo moderno

Como bien explica Borges, ser moderno es ser contemporáneo, ser actual, y como todos fatalmente lo somos, no hay obra humana que no sea de su tiempo.
En este tiempo y por estos lugares la arquitectura en general parece haberse inclinado por revisitar la corriente moderna (hablando estilística y no cronológicamente), aquella que se gestó a partir de las ideas de la Bahaus, Mies van der Rohe y Le Corbusier quienes, con sus matices, coincidieron en la sobreposición de la función a la forma plasmada en volúmenes ortogonales con grandes ventanales, la incorporación de lo que en aquel entonces eran nuevos materiales como el acero y el hormigón armado y de las tecnologías asociadas a ellos, y en la renuncia a la cita académica clásica que fue sustituida por referencias a las vanguardias históricas como el cubismo y el futurismo. Estas premisas constituyen el código sistematizado y compartido de la arquitectura actual en lo que a viviendas se refiere, su lengua; el asunto parece ser entonces cómo cada arquitecto se apropia de ella, la individualiza, es decir, cómo habla.

Si se trae a colación este tema es porque en esta casa, los arquitectos Gabriel Bayettini y Hugo Basmachi usan esta lengua para hacer poesía visual y logran conjurar el lado oscuro de la arquitectura moderna (ortodoxia funcionalista, uniformidad, rigidez y deshumanización) mediante el uso de elementos tan primordiales como el color y la luz.
“La arquitectura posee la capacidad de hacer resurgir las esencias relacionando forma, espacio y luz. El arte del ojo ha producido edificios imponentes y dignos de reflexión, pero ha dejado sin hogar al cuerpo y al resto de los sentidos” dicen en su memoria los arquitectos siguiendo a Juhani Pallasmaa, y lo que nos presentan es, en consecuencia, justo eso: un hogar que cobija al alma y al cuerpo amparando sus capacidades sensoriales.
Para esto partieron de una idea simple: la de la caja. La casa consiste en una caja de dos plantas protegida por otra caja. La fachada de la caja exterior es de hormigón. Para resguardar la intimidad, exhibe ventanas pequeñas pero numerosas que posibilitan el ingreso de la luz e impiden el de las curiosas miradas. Los otros tres lados de esta caja son de idéntico material y coinciden con los límites de la vivienda. Sólo la fachada oficiará de pared de la segunda caja. En las tres paredes restantes que dan forma al área rectangular de ambas plantas hay una notable primacía del vidrio y de vidrio será también el techo de las galerías que se forman a ambos costados de esta segunda caja contenida en la primera de hormigón.

Así, en la planta baja tendremos un espacio sin divisiones, amplio y diáfano, que por las características descriptas en el párrafo precedente, permite una relación visual directa entre el interior y el afuera. Por eso el cálido naranja ingresa a esta planta igual que el verde del jardín, por eso también el área destinada a la cocina se extiende en un deck de madera que refuerza la impresión de calidez. Todos los detalles tienden al color y a la luz. Las venecitas de la cocina alternan blanco, rojo y naranja; rojo es el centro del coqueto reloj y de las no menos coquetas lámparas que penden sobre la barra, rojo es también el cuero de las modernas sillas y, protagónicamente, el de la pared que sirve de fondo a la escalera voladiza de cemento, que no está adherida a ella, sino que se despega para dejar paso a la luz, incluso en ese recóndito lugar siempre oscuro que suele formarse debajo.
La división es ya clásica; si la zona más social está abajo, en el piso superior se dispone la que concierne sólo a la familia: la habitación de los niños, un estudio, un baño confortable y moderno cuyas puertas remedan la fachada (por forma) y la pared del estar (por color), y la última caja, la más íntima: el dormitorio, caja de cristal que en contraste con el hormigón de las paredes y la madera de los pisos parece flotar suspendido, un espacio en el que el cuerpo se relaja y desde el que es posible ver las estrellas, un espacio de pura luz o pura noche según se quiera, donde el blanco del reducido espacio que se reserva a la pared tradicional equilibra y refleja (como lo hacen el piso y las paredes de la planta baja) los colores y las sensaciones que provocan.Una imagen vale más que mil palabras. Cualquiera de estas fotos revela cuan seductora es la alianza entre lo sensible y lo moderno.

Fotos: Leandro Arévalo

PROYECTO
Arq. Bayettini Gabriel
Arq. Basmachi Hugo
Ing. Basmachi Rubén
ID. 141*9116 | Cel. 154186691